De tanto perder aprendi a ganar; de tanto llorar se me dibujo esta sonrisa; conozco tanto el piso que solo miro al cielo. Toqué tantas veces fondo que, cada vez que bajo, ya se que mañana subiré. Me asombra tanto como es el ser humano, que aprendí a ser yo misma. Tuve que sentir la soledad para aprender a acompañarme…intenté ayudar tantas veces a los demás, que aprendí a esperar que me pidan ayuda. Hago solo lo que debo, de la mejor forma que puedo y los demás que hagan lo que quieran. Vi tantas liebres correr sin sentido, que aprendí a ser tortuga y apreciar el recorrido.
Sigamos apostando a la vida y que nuestra diabetes sea nuestra mejor amiga, así no le mentimos y la llevamos a todas partes sin vergüenza.
Noah Soriano