Mi hija Lucía debutó en Noviembre de 2007 con 4 años y medio.
LLevaba varios días que se levantaba a hacer pis por la noche y me pedía agua, yo llegaba a reñirle porque claro, si bebía agua tenía ganas de hacer pis ( lo que hace la ignorancia).
Un día comentando con una compañera de trabajo que tal estaban nuestros niños le conté lo que pasaba con Lucía, que no sabía a que fin todas las noches lo mismo, si era una llamada de atención porque yo cuidaba a un niño por las tardes… esta chica me dijo que quizás tuviera algo de azúcar, yo me quedé como estaba, que era eso de «tener azúcar» en un niño??… pedí cita en su pediatra a escondidas de mi madre porque » a la niña no le pasa nada chica..» y su pediatra al verme y explicarle lo que pasaba hizo un «diagnóstico» y fue este: esta niña no tiene cara de diabética.
Me dió un tubico para que la niña hiciera pipí y lo llevara al día siguiente ( un poco para callarme supongo) y si esto era miércoles el viernes estaban llamando por teléfono a casa de mi madre para que por favor fuéramos a recoger a la niña del cole y la lleváramos al centro de salud, eso hizo la abuela y de allí la mandaron al hospital Infantil, cogieron abuela y nieta el bus tan panchas y me llamaron a mí al trabajo, salí pitando sin saber muy bien que pasaba.
Lo demás imaginaros, pruebas y más pruebas, pinchazos, lloros, moratones por los bracicos, charlas, hidratos, unidades, tal lío en la cabeza que fue una semana que parece que sea un sueño.
Como en todo hay que buscarle el lado positivo diré que después de 4 años de separación del padre de mi hija nos unimos tanto él, su familia, la mía y yo como una piña, por nuestra pequeña, dándome cuenta de la falta que nos hacía a todos y que si yo la amaba, los demás también.
Han pasado casi 6 años de eso, mi hija esta feliz, es una niña con diabetes pero sana, muy responsable con sus cosas, divertida, buena, con unos valores tremendos, super solicitada por todos por su carácter, sin ningún tipo de complejo y a mí como mamá con eso me basta.