Está claro qué con nuestras historias podríamos hacer un libro precioso. Ahí va la mía!
Cuando me diagnosticaron tenía 9 años. Una niña sana, sonriente y con mucha energía. Lo meses previos recuerdo ir mucho al baño y la apetencia de azúcar. Me comía cucharadas de azúcar. Mi madre me llevó al pediatra porque estaba muy delgada y me mandaron analítica. Al recogerlos nos dijeron que era diabética y esa misma mañana directa al endocrino. Yo lo recuerdo todo como un juego, hasta los pinchazos. A partir de ahí, mi madre me llevó a todos los médicos posibles buscando la cura. Cada noticia relacionada la guardaba. Sé lo mucho que sufrió pero no me lo transmitió en ningún momento. Fue y es mi gran apoyo.
Ahora tengo 38 años, llevo 32 años con 4 pinchazos diarios de insulina como poco y pinchazos incontables en los dedos para medir la glucemia. Temporadas que los odie tanto que dejé de hacerlos, a los 18, y otros en los que el endocrino me decía que no me exigiera tanto.
Desde hace 6 empecé con la bomba y me cambió la vida. Pero el avance que me ha permitido un mejor tratamiento de mi enfermedad ha sido, con diferencia, el freestyle aún con sus carencias. De repente, obtenía tanta información que incluso me sentía agobiada. Pero a lo bueno se adapta cualquiera rápidamente.
Gracias a la constancia mi hemoglobina siempre se ha mantenido a raya lo que no ha impedido la aparición de alguna complicación. Aún así soy plenamente feliz. Tengo una niña y un niño que son mi alegría y mi fuerza.
Desde aquí quiero reivindicar que se financien los avances tecnológicos que mejoran nuestra día a día pero no de cualquier manera. Se debe hablar con afectados y profesionales para decidir cuáles son los más adecuados y útiles e intentar no dejar a ningún afectado fuera de su alcance. Sobretodo a los más pequeños. Ojalá hubiera contado mi madre con un medidor que le avisara de mis hipoglucemias!!
Con nuestras historias se podía hacer un bonito libro
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