Eran las navidades de 2003-2004, yo tenía 15 años, mi primo de 13 había debutado hacia justo un año.
Mientras echábamos las típicas partidas familiares a las cartas, teníamos que parar continuamente, yo no hacía más que beber e ir al baño.
Entonces mi tía me dijo que fue lo que le pasó a mi primo, pero que si no había perdido peso seguro que era otra cosa.
Al llegar a casa me pesé, en ocho días, con las comilonas de Navidad de por medio, había perdido diez kilos.
Entonces decidimos ir a urgencias, era 4 de Enero, la glucemia daba alta, pero el médico decidió que esperará a después de Reyes y bajará a mi médico.
Así que el día 7 allá fuimos, cuál fue nuestra sorpresa cuando la glucemia daba dentro de lo normal, al día siguiente repetimos, otra vez normal… Mis padres no estaban tranquilos, así que fuimos al hospital, allí mi glucemia era de más de 300, el glucómetro del centro de salud estaba mal calibrado.
Recuerdo que en urgencias serví a unos estudiantes de medicina para practicar unas pruebas de reflejos, que en la escuela del hospital ejercí encantada más de maestra que de alumna, que recibí un montón de visitas y que la diabetes no me impidió participar en un intercambio con Irlanda tan sólo 2 meses después.