Maria José

Todo empezó hace 17 años, finales de febrero y principios de marzo. Un día cuando volvía del gimnasio mi madre me dijo que estaba adelgazando mucho y que no era normal y yo le dije que sí que lo era por el ejercicio que hacía.
Yo lo veía normal todo: el adelgazar, las ganas de comer y esa sed insaciable acompañada de unas ganas de orinar terribles. Lo que no veía tan normal era los picores en zonas concretas, pero claro, eso no se lo comenté a mi madre (cosas de la edad, supongo).
Después de unos días de estar oyendo a la mujer a todos momentos decirme que fuera al médico para que me mandasen unos análisis acepté, eso sí, para que ella se quedara tranquila.
Llegó el momento de ir a por los resultados y la pobre vino a casa con la cara descompuesta y dándome la noticia de que el médico de cabecera había dicho que tenía diabetes y que me repetía los análisis, dando en los segundos las mismas cifras.
Enseguida el médico de cabecera me mandó antidiabéticos orales que no me hicieron ningún efecto. A la semana de empezar el tratamiento me cambió a insulina, ¡Con el miedo que le tenía a las agujas!!!!!!. Me acuerdo perfectamente cómo la enfermera intentaba enseñarme como pincharme con una sábana doblada. Cada vez que me acuerdo no entiendo cómo conseguí aprender a pincharme con esa lección. O si no cuando me dio el glucómetro, que curiosamente no llevaba el pinchador que acompaña a todos los glucómetros y me intentaron enseñar a hacerlme la prueba en el dedo directamente con la lanceta, a pelo. Mi abuela que veía cómo yo intentaba hacerme la prueba y que no era capaz se fue a la farmacia a comprarme un pinchador.
A la semana siguiente, cuando volvía al médico de cabecera para nueva revisión le comenté que porqué no me mandaba al endocrino, y menos mal que accedió, porque en esos momentos yo me limitaba a pincharme insulina y no comer azúcar ni dulces, era lo único que me habían enseñado.
Y por fin mi primera consulta con el endocrino, me acuerdo perfectamente cuando me preguntó por lo que estaba estudiando y cuando le comenté que estaba en Administración y Dirección de empresas me dijo: “estupendo, vas a entender las gráficas que te voy a dibujar a la perfección, y empezó a dibujar los efectos de la Humulina NPH (que es la que primero me recetó), con los picos que tenía y todo. Y después la visita con la educadora, donde empezó a enseñarme las raciones, los cambios de dosis de insulina, etc. Ese día salí mareada y sólo visionaba en mi mente términos como insulina NPH, Hidratos de Carbono, Hemoglobina glicosilada, luna de miel, etc. Recuerdo que pasó un cierto tiempo hasta que asimilé toda la información.
Con 21 años que tenía por aquél entonces se me vino el mundo abajo. Lo último que quería hacer era ir a las revisiones del endocrino, hasta que con la edad vas aprendiendo que cuidarte es lo más importante y ya no ves al endocrino como el ogro que te echa broncas, lo ves ya como un amigo que te ayuda a vivir con tu diabetes no para tu diabetes.

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